martes, 13 de junio de 2023

Le atravesó el costado con una lanza...





Oración al Espíritu Santo

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones. 

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén






Oración al Divino Corazón

Rendido a vuestros pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las  sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros,  amaros y serviros como fiel dicípulo vuestro para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que, generoso, concedéis a los que de veras os  conocen, aman y sirven.

¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! ¡Mirad que soy muy rudo, oh soberano Maestro!, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para  luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los frágiles, y caigo a cada paso y necesito apoyarme en Vos, para no desfallecer.

Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de  mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo  mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis, cuando con tan tiernos acentos dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: "Venid a mí, aprended de mí, pedid, llamad..." A las puertas de vuestro Corazón vengo, pues hoy, y llamo y pido y espero. Del mío os hago, ¡oh Señor!, firme, formal, y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén








San Juan 13, 19-27

«Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy.
En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado.»
Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.»
Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.
Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.
Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.»
El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?»
Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.
Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.»









La devoción al Sagrado Corazón mira como fuente de inspiración, el momento de la Última Cena, donde el discípulo amado de Jesús, el apóstol San Juan, reposó su cabeza sobre el pecho de nuestro Salvador y le preguntó quién era el que lo iba a entregar  (Jn. 13, 25). Él fue quien sintió latir el Corazón del Dios Amor.

Recordemos que Juan fue el único apóstol que estuvo presente en la crucifixión de Jesús (Jn. 19, 26) y vio cuando salió del costado de Jesús sangre y agua, luego de que el soldado romano lo traspasara allí con su lanza (Jn. 19, 34).
Ese mismo apóstol escribe más adelante en sus cartas: “Dios es Amor” (1 Jn. 4, 8).










Sin embargo, la revelación más profunda y completa sobre esta devoción fue reservada a los tiempos modernos, cuando  Jesús se le apareció a una humilde religiosa de la Orden de la Visitación de Santa María, en la ciudad de Paray-Le-Monial, en la segunda mitad del siglo XVII: Santa Margarita María de Alacoque

Aunque la historia de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús o al Corazón Eucarírtico de Jesus se remonta como verdad y realidad teológica y espiritual, a los principios de la  revelación, al Ministerio público del Señor y el anuncio del Evangelio, al inició de la reflexión y contemplación en torno al miisterio de la Encarnación y al Misterio de la presencia real de Jesús en la Eucaristía, que se ha ido desarrollando en la medida que la predicación de la Iglesia y el Magisterio han sido iluminados por la acción del Espíritu Santo en las almas, en los frutos de la vida y testimonio de los santos, en las luces concedidad a los Padres y Doctores de la Iglesia, en el fervor y la piedad de los fieles y en la madurez espiritual de los misterios celebrados en la liturgia de la Iglesia, es un un hito y ápice mistico y espiritual  en la historia de la Iglesia y en la vida de una Santa Visitandina,   no de orden cronóligo pero si en corcordancia y vínculo pleno con la Agonía y pasión de nuestro Señor, que la Iglesía, como cuerpo m´stico debe vivir y asimilar, con los impulsos del Espíritu Santo en la configuración de los fieles con Cristo nuestro señor y en  la pasión por la que debe pasar el Cuerpo Místico, en momentos de crisis y pruebas externas e internas, en las que debe palpitar la cristiandad según el  palpitar del Corazón del Señor, para florecer en su amor, en Fe y Esperanza, en el Reinado de los Sagrados Corazones.








Esta es parte de la Revelación del Corazón de Jesús a la Santa religiosa de la Orden de la Visitación, Santa Margarita María de Alacoque:
                                                                                                                                                                                                                                  
"Estando ante el Santísimo Sacramento un día de su octava, y queriendo tributarle amor por Su tan gran amor, me dijo el Señor:
«No puedes tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya.» Entonces el Señor le descubrió su Corazón y le dijo «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute.»





 La Madre Superiora, que por fin llego a creer en ella, fue trasladada a otro monasterio. Pero antes de irse ordena a Margarita a que relatara ante toda la comunidad todo cuanto el Señor le había revelado. Ella accedió solo en nombre de la santa obediencia y les comunicó a todas lo que el Señor le había revelado incluyendo los castigos que El haría caer sobre la comunidad y sobre ellas. Y cuando todos enfurecidos empezaron a hablarle duramente, Margarita se mantuvo callada, aguantando en humildad todo cuanto le decían. Al siguiente día, la mayoría de las monjas sintiéndose culpables de lo que habían hecho, acudían a la confesión. Margarita entonces oyó que el Señor le decía que ese día por fin llegaba la paz de nuevo al monasterio y que por su gran sufrimiento, Su Divina Justicia había sido aplacada.
                                                                                                  
En contra de su voluntad, Margarita fue asignada como maestra de novicias y asistente a la superiora. Esto llegó a ser parte del plan del Señor para que por fin se empezara a abrazar la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo Margarita nunca llegó a ver durante su vida en la tierra el pleno reconocimiento de esta devoción. 

Falleció en la tarde del 17 de octubre del 1690, habiendo Margarita previamente indicado esta fecha como el día de su muerte, encomendando su alma a su Señor, a quien ella había amado con todo su corazón. 

Pasaron solamente tres años después de su muerte cuando el Papa Inocencio XIII empezó un movimiento que abriría las puertas a esta devoción. Proclamó una bula papal dando indulgencias a todos los monasterios Visitandinos, que resultó en la institución de la fiesta del Sagrado Corazón en la mayoría de los conventos. En 1765, el Papa Clemente XIII introdujo la fiesta en Roma, y en 1856 el Papa Pío IX extendió la fiesta del Sagrado Corazón a toda la Iglesia. Finalmente, en 1920, Margarita fue elevada a los altares por el Papa Benedicto XV.









El Corazón de Jesús en la Historia de Salvación:


El corazón es el lugar donde brota el amor. Cuando hablamos de corazón, generalmente nos referimos a todo lo que sentimos y queremos en relación con las personas.

El corazón es la fuente y guía de nuestro amor, el motor de nuestra entrega. Más de una vez nos hemos descubierto sintiendo cariño, simpatía o rechazo hacia alguna persona sin conocer el motivo. 


El Corazón es el símbolo del amor humano. Esta devoción católica honra al Sagrado Corazón de Nuestro Señor, a través del cual se nos manifestó el amor eterno de Dios por todos. “Dios es Amor” (1 Juan 4: 8), por lo que, al honrar la expresión humana de ese Amor, especialmente en la Cruz, honramos Su Fuente Divina.

San Juan Pablo II dijo: “El Sagrado Corazón nos lo ha dado todo: redención, salvación, santificación”.

El Sagrado Corazón es el verdadero corazón de Cristo y también indica su amor por la humanidad. 

El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “La oración de la Iglesia venera y honra  el Corazón de Jesús, así como invoca su santísimo nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó ser traspasado por nuestros pecados”.  (CIC 2669)

Es claro que sin corazón no podemos existir. De acuerdo a las ciencias biológicas, el corazón es el primer órgano que se forma y comienza a latir apenas unos días después de nuestra concepción en el vientre materno. Cuando el corazón deja de palpitar, la vida se acaba, un ciclo termina. El corazón es principio y fin, es fuente que deja fluir la vida en el cuerpo. Por lo tanto podemos concluir que del Corazón de Jesús emana la vida del creyente y a él regresa cuando su misión se acaba.






--------------------


Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
  Ezequiel.  36,   26-27



Venid a mí, los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestra vida. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.
Mateo 11:28-30


-------------------------





En la Biblia,  se menciona la palabra “corazón” más de ochocientas veces y no se refiere solo a un tejido muscular que bombea sangre al cuerpo. En un lenguaje profundo y poético es la sede de las actitudes, emociones y de la inteligencia. “Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida.” (Pr 4, 23), “Porque donde este tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (Mt 6, 21), “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca.” (Lc 6, 45), “Amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” (Mt 22, 37).

Estos textos bíblicos entre otros dejan bastante claro que todo corazón es creado como fuente de la vida y motor del amor. En él anidan los sentimientos y pretensiones más profundas del ser humano pero es también allí donde los rencores y violencias de todo tipo tienen su origen. El corazón es sagrado pero se contamina con las semillas del mal, en Jesús eso no sucede pues su corazón no está contaminado con el pecado que mancha y degenera el corazón del hombre.

Jesús dice: “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados que yo les daré descanso. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón…” (Mateo 11, 28 – 29). 

En un mundo dividido y desgarrado por miserias de todo tipo, lejos de ser una devoción pasada de moda, el Sagrado Corazón de Jesús tiene más vigencia que nunca.

Estamos invitados a centrar y orientar nuestra vida desde Él. Él es la fuente desde donde nos entregamos en la vocación particular con un corazón ardiente y apasionado. Solo centrados en Él nuestro servicio misionero será más efectivo. Cercano a los que necesitan, dispuestos a compartir o sufrir con los que sufren. Con oídos y corazón atentos, en una actitud de lucha para desterrar el mal que oprime las existencias y mata la felicidad de los corazones. 









Cuando decimos Corazón de Jesús significamos por de pronto el corazón material y verdadero de Cristo, pero considerado como símbolo de su amor; significamos además este mismo amor del Hijo de Dios simbolizado en su Corazón divino; significamos todo lo íntimo de Jesús: sus sentimientos, sus afectos, sus virtudes, etc., «en cuanto tienen en el corazón viviente un centro de resonancia, un símbolo, o un signo de referencia», a lo cual llaman el objeto por extensión; significamos, en fin, la Persona amabilísima de Cristo Nuestro Señor. 

 No se puede decir indiferentemente "Jesús" o el "Sagrado Corazón"; ya que no se designa siempre la persona por su corazón. Para hacerlo es menester que se atienda a la vida afectiva y moral de la persona, a su intimidad, a su carácter y a sus principios de conducta… Esta consideración de la persona en su corazón da a la devoción un aire más libre y un alcance más amplio, Por ella el Sagrado Corazón me representa a Jesús en toda su vida afectiva y moral; lo interior de Jesús, a Jesús todo amante y todo amable… 

Todo Jesús se resume y se representa en el Sagrado Corazón atrayendo bajo este símbolo expresivo nuestras miradas y nuestros corazones hacia su amor y sus amabilidades, Jesús ¿no es, acaso, en todo y por todo, todo amable y todo amor para con nustras almas y corazones? 

Pero la Persona misma de Jesús es quien nos lo abre, diciéndonos como a Santa Margarita María: «He aquí este Corazón». Y nosotros, mirando al Corazón que se nos muestra así aprendemos a conocer la Persona en su totalidad y en profundidad, hasta en lo mas íntimo y verdadero. Por esta manera todo Jesús se recapitula en su Corazón, como todo lo demás se recapitula en Jesús»

No sólo es el Corazón de Cristo físico, sino el misterio de los amores derramados por el Creador, Padre eterno sobre su creación en este mundo.












Así lo definió la encíclica de Pio XII “Aurietis aquas”.

1º. – Amor divino, como proyecto creador del mundo con todas sus creaturas, poniendo al humano como cumbre de su sabiduría en función de venturanza final. Plan libérrimo, fruto único del amor puro según la esencia del fenómeno volitivo amoroso: “el amor es difusivo”, no llamado a vivirlo en pura y contemplativa felicidad solitaria.

2º. – Amor humano sensitivo (de Cristo Nuestro Señor), cuyo corazón latió con el natural afecto sensorial hacia su santa Madre, a San José, a sus apóstoles y amistades, hacia los enfermos y atormentados posesos, hacia los descarriados arrepentidos o los hambrientos de pan y de doctrina salvífica.

Fue humano y su corazón representa todas las funcionalidades orgánicas y afectivas de todo hombre normal.

Reconocemos su valor caritativo y adoramos su afecto reconfortante.

3º. – Amor humano espiritual; es decir esa tendencia benéfica, salvadora de ignorantes y extraviados en las tinieblas del pecado y la desesperación, doctrinal y esperanzadora, pero con completo desinterés por su parte, propio de un Dios que nada necesita de nosotros y sólo se preocupa de la realización de su plan salvífico sobre el mundo y de cada uno de nosotros.

En estos tres grados de amor (tendencia operativa al bien de alguien o de algo) se sintetiza la obra redentora de Dios sobre el mundo.

De este modo hermoso e íntegro consideramos nosotros al Corazón de Jesús…; modo como suele entenderlo de ordinario el pueblo fiel, y modo como parece desea que le consideremos la Iglesia, cuando excluye del culto público (no del privado) al Corazón separado de lo restante de Cristo, en servicio de la comprensión de todo el Misterio de la Encarnación, de las dos naturalezas de la persona del Hijo y Verbo Encarnado, pero procurando no solo reconocer la verdad del misterio, sino de amarle auténticamente, con la convicción interior y con la fuerza de la caridad:

Este es el Amor que merece ser amado, este es el Corazón que merece ser, por sobre todo, preferido, porque es el Corazón que nos ha preferido y amado a nososotros, a cada uno con misericordia, compasión redentora y predilección.











San Juan 19, 17-34

"...Y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos.»
Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego.
Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: "El Rey de los judíos", sino: "Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos".»
Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.»
Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo.
Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.
Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»
Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.
Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.
.Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.
Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.














Notas:

Consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús supone, en primer lugar, mostrar una absoluta confianza en él mismo. Lo hacemos así porque estamos en la seguridad que Cristo es nuestro protector, que nos da fortaleza y que, por último, es un refugio más que recomendable para asentar nuestra existencia.

Consagrarse al Corazón de Cristo supone, en segundo lugar, entregar toda nuestra persona al mismo. Así, deberemos huir de todo aquello que pueda disgustar al Hijo de Dios: lo que no suponga honrar a Dios, amar al Todopoderoso, odiar al prójimo y no amarlo como a nosotros mismos y, en definitiva, seguir lo mandado por el Creador en tales aspectos, momentos y circunstancias.

Pero consagrarse al Corazón de Cristo es, en tercer lugar, renunciar, desde ya, a todo aquello que nos aleja del Creador y, así, del Hijo. Queremos, así, permanecer con Cristo y que Cristo permanezca en nosotros como, por cierto, lo pidió en la Última y Santa Cena cuando dijo, por ejemplo, que nada podíamos hacer sin Él que es, además, una realidad que tenemos más que conocida por verdadera como la vida misma.

Consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús, como lo hacemos con esta oración de Santa Margarita María de Alacoque, ha de suponer, para nosotros, un antes y un después: un antes que dejamos atrás y un después que ofrecemos a Dios como vida ofrecida a Quien nos la dio y nos la mantiene. Así, por eso, queremos que el Corazón de Cristo, Sagrado misterio de dulce nombre, nos contenga a nosotros, pecadores como somos. Y así, también, procurarnos una existencia que pueda ser digna de llamarse propia de un discípulo de Cristo.

Consagrarse, por último, al Sagrado Corazón de Jesús, es saber que todo lo podemos esperar del mismo y que, por mucho que podamos creernos indignos de hacer tal cosa, somos más que esperados por Quien todo lo espera de nosotros.





Autobiografía, Corazón Ardiente.







Oración de Santa Margarita María Alacoque

Me entrego, y al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo consagro sin reservas, mi persona, mi vida, mis obras, mis dolores y sufrimientos. Me comprometo a no usar parte alguna de mi ser sino es para honrar, amar y glorificar al Sagrado Corazón. Este es mi propósito inmutable: ser enteramente suyo y hacer todas las cosas por su amor. Al mismo tiempo renuncio de todo corazón a todo aquello que le desagrade.

Sagrado Corazón de Jesús, quiero tenerte como único objeto de mi amor. Se pues, mi protector en esta vida y garantía de la vida eterna. Se fortaleza en mi debilidad e inconstancia. Se propiciación y desagravio por todos los pecados de mi vida. Corazón lleno de bondad, se para mí el refugio en la hora de mi muerte y mi intercesor ante Dios Padre. Desvía de mí el castigo de Su justa ira. Corazón de amor, en Ti pongo toda mi confianza. De mi maldad todo lo temo. Pero de tu Amor todo lo espero. Erradica de mí, Señor, todo lo que te disguste o me pueda apartar de Ti. Que tu amor se imprima tan profundamente en mi corazón que jamás te olvide yo y que jamás me separe de Ti.

Señor y Salvador mío, te ruego, por el amor que me tienes, que mi nombre esté profundamente grabado en tu sagrado Corazón; que mi felicidad y mi gloria sean vivir y morir en tu servicio.
Amén.



















 

Mártires, una misión eficaz

Homilía Monseñor Fridolin Ambongo La Iglesia de la República Democrática del Congo tiene cuatro nuevos beatos que dan testimonio de la labor...